En la clase de 2 años, hemos llevado a cabo una actividad en la que nuestros pequeños han sido los protagonistas de un viaje sensorial lleno de color y creatividad. A través de la creación de sus propios floreros, trabajamos la motricidad fina, fomentando la coordinación ojo-mano y el desarrollo de la destreza manual.
Pero la actividad fue mucho más allá de lo artístico: tuvimos la oportunidad de observar, tocar y oler distintas flores, explorando sus colores, formas, tamaños, hojas y pétalos. Cada niño pudo experimentar con los sentidos, descubriendo los matices y la belleza de la naturaleza de forma directa.
El aula se llenó de aromas, texturas y sonrisas, en una propuesta que no solo estimula el desarrollo sensorial y cognitivo, sino que también refuerza la curiosidad natural y el amor por el entorno.
¡Una experiencia sencilla pero rica en aprendizajes!



